jueves, 1 de octubre de 2015

VALORACIÓN


IDEA – TRABAJO

El Trabajo dice muchas cosas sobre la valoración. Por ejemplo, afirma que la octava de desarrollo interior, y así el cambio de nivel de nuestro Ser, empieza en la nota Do, la que es denominada "Valoración del Trabajo".

La Nota Re es la aplicación de las ideas a uno mismo.

La Nota Mi es la comprensión de las dificultades personales.

El Trabajo dice asimismo que su fin esencial es el despertar del Centro Emocional.

COMENTARIO

No es difícil entender que la valoración es, en su raíz, emocional.

Valo­rar es sentir que algo es importante, valioso.

Pensar que una cosa es valiosa es muy diferente de sentir que es valiosa.

Teóricamente, muchas cosas suelen ser valiosas pero no lo son para uno a menos de sentir su valor.

Encontrar este Trabajo, detenerse y oírlo, aun conocerlo un poco, no quiere decir que lo valoramos.

En este caso, el Trabajo no puede actuar sobre nosotros.

Lo creemos a ciegas.

Por eso no está en uno.

Hay muchas parábolas en los Evangelios que se refieren a la valoración.

Por ejemplo:

"Además, el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo."
(Mateo, XIII, 44.)

Alguien solía preguntar:

"¿Qué quiere usted?" esto equivale a decir "¿Qué valora usted?"

Un hombre dirá: "Riquezas"; otro: "Salud", y así sucesivamente.

Salomón, cuando Dios le hizo esta pregunta, contestó:

"Comprensión".

Ahora bien, a guisa de material para la observación, pregúntese:

"¿Qué es lo que valoro?"

Es muy interesante observarse a sí mismo desde este ángulo.

Si es sincero consigo mismo, la respuesta posiblemente lo sorprenderá.

Pero esta clase de observación de sí es muy difícil y requiere mucha sinceridad interior y necesidad —es decir, valoración—.

Se debe, en suma, desear realmente conocerse mejor.

La mayoría de la gente no valora el conocimiento de sí, no comprende que cuando se conoce algo plenamente en uno mismo equivale a separarse de ello.

¿Por qué?

Porque así se vuelve objetivo para uno como algo visto internamente y que de este modo no puede obrar inconscientemente, como cuando uno se identifica con ello y nos enferma, nos enfada, etc., en ciclos que se repiten, sin que se pueda discernir el por qué.

La obser­vación de sí es llevar cada vez más a la conciencia las cosas que están en uno mismo de modo que se pueda decir:
"Este no es yo.

De otra manera se está pegado a ellas y bajo su poder —esto es, se identifica uno con lo que no es uno mismo—.

Actúan entonces sobre nosotros inconscientemente —a menudo de una manera terrible y mórbida—.

Pero se sigue siendo in­consciente de ellas, tomando todo como si fuera yo.

Así no se es conscien­te de ellas.

Pero, sin valoración, es imposible observarse a sí mismo.

Se cree que no vale la pena.

Sí, la observación de sí puede llegar a ser tediosa —a menos de percibir la razón de observarse a sí mismo con el fin de trans­formar su ser.

Ahora bien, cualquier cosa que se observe imparcialmente, y se acepte interiormente, deja lugar a un factor más escondido, bueno o malo, emerge a la luz.

La luz es la conciencia.

Ouspensky dijo una vez que al principio trabajamos en la oscuridad pero la observación de sí deja pasar un rayo de luz en las tinieblas.

Adujo que toda la maquinaria interna de nuestros centros es comparable a una gran fábrica iluminada por una o dos candelas.

Esto es, no vemos las asociaciones y las conexiones mecánicas ni tampoco que una cosa depende de otra, tal como las actitudes equivocadas, o las cosas que están mal vinculadas y cuando se producen pérdidas de energía, etc.

Si obser­vamos, si trabajamos, dijo, al cabo de un tiempo obtenemos unas cuantas candelas más y entonces vemos cuando ciertas cosas funcionan mal.

Esto es llamado: "Ver el trabajo equivocado de los centros, tal como, por ejem­plo, advertir, observar que siempre empleamos la máquina equivocada —diga­mos, el centro emocional— para ciertos problemas de la vida que exigen el uso de la máquina llamada centro intelectual.

Pero, como dije, si la gente no valora la observación de sí, si no repara en el valor que tiene para ella, seguirá haciendo desatinos en la vida, cometiendo los mismos errores y enfrentándose con las mismas dificultades.

Cuánto tiempo necesitamos para comprender que nuestro nivel de ser atrae nuestra vida y sus incidentes.

La gente experimenta una cosa exterior y experimenta otra, creyendo que todo será diferente.

Pero la misma situación se desenvolverá —quizá con personas diferentes o en otro país, pero exactamente de la misma manera que antes—.

¿Por qué?

Porque no valoran la idea del cambio de sí y no entienden que el mal está en ellas mismas.

La observación de sí nos trae el cambio de sí.

Es un método de cambio de ser, porque hace consciente a una persona donde antes no era consciente, y la conciencia, que es luz, la libera.

En las palabras de Pablo:

"Más todas las cosas, cuando son puestas en evidencia por la luz, son hechas manifiestas; porque la luz es lo que manifiesta todo. Por lo cual dice: Despiértate, tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alum­brará Cristo."
(Efesios V, 13, 14.)

El Ser de una persona no puede cambiar si ésta no llega a ser más cons­ciente de su ser.

¿Cómo podría hacerlo?

Su nivel de ser y su nivel de con­ciencia están estrechamente conectados.

Por medio de la observación de sí es como se llega a ser más consciente del ser y de lo que hay en él, luego el ser se modificará aunque no mucho —y ya no atraerá la misma situación y dificultades, los fracasos, etc., que hasta ahora el ser siempre atrajo.

Pero es preciso valorarlo, valorar las ideas de la enseñanza —y hacerlas más valio­sas que lo que al presente se valora más, probablemente sin advertirlo.

Hay solamente cierto espacio disponible en nosotros.

Las cosas son pesadas y me­didas.

No se puede valorar igualmente todas las cosas.

Es preciso escoger lo que es valioso.

Este es un proceso muy extraño, esta selección.

La parte más real, la parte interior de una persona, debe de haber ya escogido.

Pero la parte externa, artificial, aun no está de acuerdo.

Y por eso debe llevar una vida doble por mucho tiempo —no inconscientemente, sino conscientemente, percibiendo esta contradicción interna.

En relación con esto, se ve con cer­teza que la valoración querida por la falsa personalidad, perteneciente a la parte externa de nosotros, no es generalmente la misma que aquella de la parte interior más genuina y más real.

Hablo a quienes ya han notado el efecto de la falsa personalidad en su lado interior.

Maurice Nicoll




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