LOS
GRADOS DE LA OCTAVA
Por: jeanne de
salzmann
En
la enseñanza de Gurdjieff el trabajo pasa por los grados de la octava, los
grados de intensidad.
Él
mismo ha descrito el proceso.
Primero,
hay una nota, una vibración, que viene de una octava más alta, y resuena como “do”.
Hay
como una apertura a la idea de una fuente más alta, a una visión nueva de una calidad que no
estaba allí junto
antes.
Luego,
a través de una aproximación entre las energías, una intensidad más fuerte
comienza a aparecer, una vibración dada por una octava superior.
Tenemos
entonces sentimientos, tenemos sensaciones, que pertenecen a las capas más profundas, y se pasa al nivel
“re”.
Aparece
una visión nueva, de un nivel más elevado, que aporta una nueva comprensión, una convicción.
Tenemos
una cierta luz, pero ella es todavía insuficiente.
Tiene
el poder de aclarar lo que la rodea y uno siente la necesidad de no proyectarse hacia fuera.
La
atención debe permanecer libre y lo que ve me parece más esencial que lo que es visto.
Se
alcanza una intensidad de percepción de la idea que no puede ser más intensa.
Estamos
en la nota “mi”.
La cercanía de otro grado aparece, la sensación de otro nivel posible.
Parece
sin embargo inaccesible por los mismos medios sin la intervención de una ayuda nueva.
Uno
siente que para franquear ese intervalo, el poder de vivificación de la idea debe aumentar.
Esto
ya no depende de la idea sola; ella necesita un soporte que le permita permanecer, una
fuerza
de la cual ella pueda alimentarse.
Es
un momento importante.
El
intelecto
ya no es suficiente.
Un
segundo centro debe entrar en juego.
El
cuerpo
entero debe voluntariamente ofrecer su participación.
Debe
permitir
que esa fuerza se intensifique a través de él, se manifieste.
Rechaza
su
automatismo porque siente la calidad de esa fuerza.
Se
somete a ella para recibir su acción.
Se
somete conscientemente y permite la manifestación consciente de esa fuerza de otro nivel.
Esto
es decisivo.
La
lucha ocurre
entre dos octavas: la una debe asumir la autoridad, la otra aceptarla.
Si
la balanza se inclina hacia la sensación interior, se ha franqueado el intervalo, la octava se
ha salvado.
Es
la nota “fa” la que resuena.
Esa
nota necesita instalarse.
La
sensación debe ser definida.
Debe
existir
en mi Presencia como una sensación completa, estable, con el cortejo de ideas y de sentimientos
nuevos que la acompañan, para pasar al grado “sol”.
Enseguida
se reproduce exactamente lo que tuvo lugar al principio con la idea original.
Pero
esta vez, en ese segundo intervalo, ya no hay una fuerza extraña, sino que esto se hace con
una fuerza mía.
El
pensamiento y el cuerpo ya no son suficientes.
Un
sentimiento nuevo debe aparecer: el sentimiento de ser.
Me
siento sometido a una fuerza que me sobrepasa, una voluntad que me sobrepasa, y veo intensificarse el proceso de
transformación interior en el fuego del deseo de ser.
La
concentración
alcanza entonces su punto culminante.
Y
de la unión de esas tres fuerzas aparece la independencia de la sensación de sí, la conciencia de sí en su vida
propia; es decir, una nueva octava.
Las
octavas están superpuestas y no deben mezclarse.
El
descenso es obligatorio
si uno se mezcla con las vibraciones de las notas inferiores.
jeanne
de salzmann
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